Feragua: 2023, el año en que las políticas asociadas a la nueva cultura del agua mostraron su estrepitoso fracaso

A las restricciones al regadío por la sequía y el déficit de precipitaciones provocado por el cambio climático hay que sumar la parálisis inversora en obras de regulación.

Restricciones en todas las cuencas andaluzas. Ese es el triste, muy triste, resumen de lo que va de año. Hasta en la Cuenca del Tinto-Odiel-Piedras, donde siempre se había regado con normalidad, los regantes han sufrido restricciones. En el Guadalquivir, la dotación autorizada, de 700m/ha, apenas supone un 12% de la dotación normal. Y lo peor es que no podemos decir que todo esto nos ha cogido por sorpresa. Porque la realidad en que desde 2013 en Andalucía ha llovido muy poco. Y la realidad es que desde entonces no se construye una sola obra de regulación en nuestra comunidad. Las restricciones al regadío son, por tanto, el fruto de una combinación letal: el déficit de precipitaciones provocado por el cambio climático y la parálisis inversora en obras de regulación.

Gana la nueva cultura del agua, perdemos todos. Los hechos demuestran de manera contumaz que el falso ecologismo ha impuesto su agenda y sus planteamientos dogmáticos en relación con la política hidráulica, extendiendo sobre las obras de regulación un estigma de agresión medioambiental que dilata de forma indefinida, cuando no hace imposible, la ejecución de las obras de regulación necesarias para aumentar la garantía de agua. Presas que llevan años aprobadas en la planificación hidrológica del Guadalquivir (¡hablamos de las oficialmente aprobadas!), como el recrecimiento del Agrio, Cerrada de la Puerta y San Calixto, duermen desde hace lustros el sueño de los justos, sin que se haya producido avances significativos sobre ellas. El éxito de la nueva cultura del agua es nuestro fracaso. Ojo, el fracaso de todos. Los regantes somos los primeros afectados, pero ya hemos empezado con restricciones en el abastecimiento en numerosos puntos de Andalucía.

Declaración automática de emergencia de obras hidráulicas. Aprender esta sequía significaría cambiar la política hidráulica bajo la que se han guiado las administraciones en las últimas décadas. Sería apostar por obras de regulación para prevenir las sequías y las inundaciones. Y sería incorporar en los planes de sequía una disposición para la activación automática de la declaración de emergencia de las obras hidráulicas en situaciones de restricciones como las que estamos viviendo. Sería en definitiva hacer lo que hizo el Gobierno de Felipe González en los años 80 del siglo XX con un Decreto de Sequía que aceleró la ejecución de numerosas presas en Andalucía. Y por supuesto, una verdadera política de apoyo a la construcción de balsas, que agilicen los tramites administrativos y medioambientales ante Ayuntamientos, Junta de Andalucía y administración central, así como una decidida apuesta por la modernización de regadíos en toda Andalucía.

Fuente: Feragua